Quién era Jonatan Romo, el joven de La Falda cuya muerte sacudió a la Policía de Córdoba
La mayoría del tiempo era una persona sonriente, pero tenía una adicción y una enfermedad mental que eran su pesadilla y la de su familia. Su muerte, por asfixia de un tercero en una comisaría, es investigada por la Justicia.
La muerte de Jonatan Romo, ocurrida el 10 de julio pasado tras su detención, produjo un terremoto en la Policía de Córdoba. También impactó en el Gobierno provincial. La autopsia determinó que falleció por asfixia mecánica producida por un tercero, cuando estaba arrestado en la comisaría de La Falda.
Tras su muerte, tres altos mandos de la Policía fueron pasados a retiro, y seis agentes fueron pasivizados y quedaron imputados y detenidos, cuatro de ellos por homicidio y otros dos por encubrimiento.
Jonatan Oscar Romo nació en La Falda el 15 de noviembre de 1986. Hijo de una madre soltera que trabajó en hoteles de la localidad para llevarle el sustento a él y a sus dos hermanos menores: Hernán y Alejandro. Luego se sumó Ana, la hermana menor de los Romo, fruto de la relación de Gladis con Sergio Domínguez, quien fue el padre de crianza que tuvieron los Romo.
En La Falda, la ruta divide la ciudad en dos. Al este, los sectores más acomodados, con Villa edén y el centro turístico de la localidad. Al oeste, los barrios más populares, como el Río Grande, donde transcurrió la infancia de Jonatan.
Su casa estaba a pocos metros del río y del balneario municipal Morecabo. Su hermano Hernán recuerda aquellos días en que “los tiempos eran otros”. Hacían casitas en los árboles y armaban kartings, jugaban a las bolitas o al fútbol en las orillas del río.
Joni era el malcriado de su mamá, pero sobre todo de su abuela Esther, con la que tenía mucho apego.
Hizo el primario en la escuela Nicolás Avellaneda, y el secundario lo cursó en la Escuela Normal Superior Arturo Capdevila, pero no llegó a terminar el bachillerato. Iba a esa escuela porque al frente estaba la casa de su “Tata”, como llamaban a Esther.
“Me quiero internar”
Cuando Joni tenía 17 años, su abuela murió. Fue un golpe muy duro para él, y su hermano cree que esa fue la época en la que cayó en las drogas. “Comenzó como lo hacen tantos chicos: probando. Después lo escondió y lo negó. Pero como pasa siempre, cuando vienen y lo cuentan, es porque ya están hasta las manos”, relató Hernán a La Voz.
Tras el nacimiento de Tomás, su hijo mayor, Jonatan se vio desbordado por la adicción, y habló con Gladis. Pidió ayuda y dijo que se quería internar. Tenía 24 años y la adicción había empezado a despertar consecuencias psiquiátricas que lo estaban desbordando. En momentos en que consumía, se ponía muy paranoico, y sentía que lo estaban persiguiendo y que lo querían matar.
Estuvo internado en varias instituciones, en Córdoba capital y en Santa María de Punilla. “Fue una enfermedad que nos desgastó mucho, a toda la familia, fue muy duro”, comenta su hermano.
Jonatan era consciente de su adicción y del problema que tenía, pero cuando después de internarse sentía que estaba bien y salía, recaía en la adicción. La actual ley de salud mental permite que las personas que se internan en las instituciones psiquiátricas se retiren de las mismas por propia voluntad.
Luchando por salir
Otro de los refugios de Jonatan, en medio de su pesadilla, fue la religión. Durante años, frecuentó iglesias evangélicas de la zona. “Cuando estaba en una iglesia, se lo veía mejor. Él era muy devoto y decía que sentía paz”, dice Paola, su cuñada.
En una de esas iglesias conoció al pastor Beto, que le dio una fuerte contención durante un año entero. “Ese año estaba muy bien. Incluso había creado un merendero para chicos del barrio. Les daba el té o el mate y les leía la Biblia”, comenta Hernán.
Todo el tiempo, les advertía a los chicos que no probaran drogas, que no cayeran en esas cosas.
Luego del nacimiento de su segunda hija, Azul, la relación de Joni con su pareja se rompió.
Y más allá de que permanentemente buscaba ayuda psiquiátrica, tenía momentos lúcidos y recaídas.
Ssus amigos describen que la mayoría del tiempo, Jonatan sonreía y trabajaba como cualquier otro joven de su edad. Era un excelente preventista y una persona agradable. De hecho muchos no sabían la pesadilla que estaba viviendo por la adicción. Cuando recaía en el consumo, y su paranoia se despertaba, no reconocía a nadie y decía que lo iban a matar.
Familiares denuncian antecedentes de abuso policial contra Jonatan
La detención de Jonatan que terminó con su muerte no fue la primera vez que terminó en la comisaría.
Hace tres años, tras separarse de su anterior pareja, Jonatan fue a su casa cuando ella no estaba y produjo importantes daños. Por ese brote psicótico fue procesado y encarcelado en Bouwer.
Al poco tiempo logró su libertad condicional, debido a su buena conducta y a que acordó pagarle a su expareja los daños producidos.
Sin embargo, en otro episodio de paranoia ocurrido en un comercio local, volvió a ser arrestado por violar la libertad condicional, en diciembre pasado.
Los familiares de Jonatan sostienen que la Policía inventó cargos falsos para detenerlo y que lo golpearon fuertemente en la comisaría. Tras la detención, que no fue informada a la familia, el hombre quedó internado en el hospital de La Falda y luego en el San Roque de Córdoba. “Tenía los riñones destruidos, pensaban que le tendrían que hacer diálisis de por vida”, cuenta su cuñada. Finalmente fue trasladado a la UCA y de allí al penal de Cruz del Eje, de donde volvió a ser liberado por buena conducta unos meses después.
Los familiares denuncian que ese episodio de abuso nunca fue investigado por la fiscal Paula Kelm, y que de haberlo hecho, se hubiera evitado un nuevo hecho de maltrato que le terminó costando la vida.
Fuente: lavoz.com