Desde este jueves, la fiesta gaucha ofrecerá su tradicional propuesta de música y jineteadas. Por demoras en la aduana, los cascos y chalecos para los jinetes al final no se implementarán.

Desde que el Festival de Jesús María se despidió hasta la próxima edición, durante la madrugada del 21 de enero de 2020, nadie fue capaz de vaticinar que iban a pasar 717 días antes de volver a escuchar el clarín inaugural de otra edición, la 56, que arranca este jueves con promesa de argentinidad.

Y aunque la organización tiene la experiencia de haber organizado esta fiesta 55 veces antes, hará muchas cosas por primera vez y todas las miradas estarán puestas en que logre minimizar los riesgos de contagio de esta tercera ola de Covid-19.

No es casualidad dentro de ese contexto que los protocolos se hayan empezado a discutir en agosto de 2021 y que los dirigentes de la fiesta gaucha se muestren tan confiados en que podrán dar garantías al público presente.

Será la primera vez, por ejemplo, que Jesús María exija carnet sanitario y barbijo a todos y cada uno de los concurrentes. Pero también será la primera vez que se lo exige al 100 % de los colaboradores, a quienes trabajarán en kioscos y parrillas, y al 100% de los artistas.

Será la primera vez, también, en que ensaye una suerte de burbuja para los artistas de modo que su ingreso y egreso del anfiteatro sea en las menores condiciones de exposición a contagios. El desafío más grande, en este caso, será reconvertir los históricos camarines en los que sea posible la ventilación cruzada.

Y será la primera edición después del récord histórico de 2020 cuando ingresaron al anfiteatro José Hernández alrededor de 200 mil personas. Aunque la vara quedó altísima y pareciera difícil que pudiese romperse esa marca, con este festival nunca se sabe.

Habrá que estar atentos a la taquilla diaria. Las 30 mil entradas anticipadas vendidas son un buen antecedente. En estos días previos, en las boleterías del festival se vio mayoritariamente un público juvenil. ¿Será presagio de un descenso brusco en la edad de los asistentes? ¿Habrá menos público familiar y menos personas mayores? Demasiado temprano para una afirmación así.

Frustrado intento de cascos y chalecos

El otro cambio en el que Jesús María iba a debutar era en la implementación de chaleco y casco para todos los jinetes que compitieran este año por el cetro de campeón. Pero eso finalmente no será así.

Este miércoles, desde la Organización informaron que los cascos y pecheras dispuestos para el campeonato de jineteada estaban demorados en la aduana y que por eso, finalmente, no se usarán en esta edición.

“Los elementos de seguridad, que fueron pedidos en tiempo y forma, no lograron sortear los inconvenientes generados por la pandemia en la distribución y logística de diferentes productos”, dice el comunicado de la Comisión Organizadora.

Aclararon también que la medida de seguridad será implementada en la edición 57, la de 2023, “lo que brindará un tiempo para que los jinetes hagan los entrenamientos correspondientes, y se adecúen a esta nueva norma”.

Antecedentes

La edición de 2020 dejó el amargo saldo de un nuevo montador fallecido, Norberto Cossutta, quien se sumó a la trágica estadística que había inaugurado en 2010 Alfredo Spíndola, un jinete de Misiones que perdió la vida a poco de salir del palenque uno.

Unas horas más tarde de confirmarse la muerte de Cossutta, con un sentido homenaje en el campo de la jineteada, la entonces presidenta interina del festival, Marcela Durán, confió que la comisión ya estudiaba cambios que ayuden a proteger a los jinetes en la ruda tarea tienen durante diez noches consecutivas.

Fue en ese momento cuando se sugirió la propuesta de uso obligatorio de casco y chaleco, además de las botas de potro, las espuelas, la vestimenta tradicional, y el rebenque.

El necesario reencuentro

Enero de 2021 fue uno de los más tristes que recuerde Jesús María. Porque solamente los mayores de 70 podían atestiguar cómo había sido la ciudad antes del festival. Para el resto, es parte de la vida misma, su cotidianidad de cada enero y sus diez noches de insomnio.

La última edición, según calculó el municipio local, dejó ganancias por alrededor de $ 600 millones y alimentó la gastronomía, la hotelería, y el supermercadismo, pero también a quien alquila su casa como rebusque de verano, y para quienes trabajan en un puesto o los cientos que llevan adelante el operativo festival a las órdenes de la “muni” para ganarse un extra.

La fórmula para que Jesús María funcione es combinar en dosis iguales un buen espectáculo en el escenario Martín Fierro con otro espectáculo de idéntica jerarquía en el campo de la doma. Ahí, los “reservados” tratan de sacarse del lomo a sus jinetes y el público enloquece desde las tribunas frente a esa desigual pelea.

En estos días previos a la inauguración, el clima en la ciudad fue el mejor. Volvieron las sonrisas y se perciben a flor de piel las emociones por este necesario reencuentro. Los días irán convirtiendo incógnitas en afirmaciones y, ojalá, en una gran fiesta sin sobresaltos.

Fuente: lavoz.com